Aforismos tontos de la cumbre de Davos
Lucy Kellaway
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Lucy Kellaway
Las 36 mejores citas del Foro Económico Mundial son casi todas desastrosas. Pero los que las dijeron no son idiotas. Siempre puedes ir más rápido de lo que piensas. Éstas no son mis palabras. Son las palabras de Meg Whitman, la CEO de Hewlett-Packard, quien las dijo en Davos, donde fueron obedientemente anotadas y publicadas en una colección de citas de líderes mundiales durante su semana en la nieve.
Admiro el aforismo de Whitman por su sintaxis sencilla y sus nobles y cortas palabras. El único problema es que es un completo disparate. Frecuentemente en los negocios no puedes ir tan rápido como piensas que puedes. Cuando lo intentas, te caes de bruces; y Whitman debería saberlo mejor que nadie. Si su predecesor en HP no se hubiera apresurado tanto en comprar Autonomy, se hubiera ahorrado un gran lío.
Las otras 35 citas son todas casi tan desastrosas: estúpidas (“La cuarta revolución industrial debería ser una revolución de valores”); tontas (“Pongámonos los anteojos del optimismo”); o vacías (“No somos prisioneros de un futuro predeterminado”).
Cuando leí la colección por primera vez pensé que era una parodia. Después pensé que las citas eran auténticas pero seleccionadas maliciosamente para hacer que sus autores lucieran tontos. Ahora descubro que fueron específicamente escogidas por el Foro Económico Mundial no como las declaraciones más estúpidas que dijera la gente famosa en Davos 2016, sino como las más brillantes.
Aún más inquietante -dado que Davos se apoya en dinero corporativo- cada cita dedicada a los negocios no sólo es vacía, sino que está equivocada. Marc Benioff, CEO de Saleforce, sigue donde terminó Whitman al declarar: “La velocidad es la nueva moneda de los negocios”. Al contrario, no existe evidencia de que los negocios se estén acelerando. Según un artículo sensato del Economist, los negocios de EEUU van tan lento como siempre.
Aún más tonta fue la siguiente declaración de Emma Marcegaglia, directora de Eni, el grupo de petróleo y gas italiano: “necesitamos menos regulación y más innovación en Europa”. Decidir que la regulación es mala per se y la innovación buena es a la vez peligroso y loco. Si manejas plantas de energía potencialmente letales, la regulación me parece algo verdaderamente bueno.
Pero el premio para la cita más tonta se la otorgo a Dan Schulman, director ejecutivo de PayPal, quien dijo: “El mayor impedimento al éxito futuro de una empresa es su éxito pasado”. Al contrario, el éxito pasado es el más confiable índice del éxito futuro. Forma la base de la valuación de las empresas en la bolsa. Indica que una empresa contrata buen personal, que tiene recursos financieros abundantes, que puede recaudar dinero con poco costo y que puede permitirse tomar grandes riesgos. ¿Cree en realidad Schulman que Yahoo va a triunfar mientras Google se hunde?
Las citas son suficientemente malas cuando los líderes se limitan a temas que conocen. Cuando se extravían en otros campos, lo que dicen es prácticamente patológico. “Cada país necesita un Ministerio del Futuro”, insiste Benioff. No, no necesitan tal cosa: ya que toda política se trata del futuro, no hay necesidad ninguna de un departamento especial para el futuro.
Christine Lagarde es poco confiable en su propio territorio: “Cierto grado de volatilidad es aceptable. El mercado se encarga de estas cosas eventualmente”, dice, desafiando la evidencia de los últimos ocho años. Pero es aún menos coherente cuando se extravía: “Hemos oído mucho sobre el Internet de las Cosas; creo que necesitamos un Internet de las Mujeres”, afirma valerosamente. ¿Está bromeando? La razón para un Internet de las Cosas es que los refrigeradores y las tostadoras tienen pequeños chips para que puedan hablar unos con los otros. ¿Sugiere la jefa del FMI que las mujeres también necesitan chips para hablar?
Pero la cita más desastrosa viene de parte de David Cameron: “Quiero cablear la competitividad en la Unión Europea”. No tiene razón para querer “cablear” tal cosa; a su electorado le conviene que otras empresas de la Unión Europea sean menos competitivas que las británicas.
¿Qué debemos concluir de estos fragmentos de sonido sin valor? ¿Prueban que los líderes mundiales son tontos? Nada por el estilo. Pienso que establecen la verdad de una nueva ley que me propuso recientemente un inteligente funcionario de la Comisión Europea. Él había notado que la cantidad de tonterías está siempre en proporción con el tamaño del público.
A los líderes empresariales les gusta hablarles a grandes audiencias ya que es bueno para su prestigio. Igualmente, saben que es mala forma decir algo nuevo o interesante a mucha gente ya que significaría dar algo a cambio de nada. Todos los otros oradores son igualmente reacios a echarles perlas a los cerdos, por lo cual se perdonan unos a los otros por sus aburridos lugares comunes.
Los idiotas no son los oradores. Ni siquiera son los integrantes del público a quienes les ha costado un ojo de la cara venir a oír nada, ya que su propio prestigio aumenta por estar ahí. Los únicos idiotas son las personas como yo que miran estas citas y se escandalizan al hallar una vacía colección de tonterías “bien pensant”.